El telar

Llevaba mucho tiempo usando ese telar, había estado en esa casa desde que tenía memoria y, según le contó su madre, fue uno de los regalos de boda que tuvo cuando se casó. Era un telar antiguo, cuya madera tenía unas extraños tallos que parecía que lo iban envolviendo como enredaderas y que terminaban en unas flores que, de tan reales que eran, hasta transmitían cierta fragancia dulzona. Una vez, usándolo, le pareció que una voz sensual le hablaba, diciéndole que se dejara llevar, que le podría ofrecer todo aquello que deseaba. Lo dejó abandonado en algún punto del sótano, cubierto con una sábana blanca, aunque siempre que bajaba esta parecía que se moviera con una brisa invisible. Un día, llegó la guerra y el señor requirió que todos los hombres que pudieran luchar se unieran al ejército, bajo pena de muerte. No les quedó otra y con lágrimas en los ojos los vio partir, una fría mañana de invierno.

Empezó a tener sueños donde morían de la forma más horrible, y en ellos siempre escuchaba esa voz seductora que había escuchado años atrás en el telar. — Yo podría salvarlos, solo tienes que desearlo y crearlo entre las dos, este destino aún no está fijado.

Siempre como respuesta murmuraba una leve oración a Ela, sabía que el destino no podía cambiarse y que tenía que conformarse con el plan que tenía Ela para sus seres queridos. Fueron pasando los días, y cada vez los sueños eran más horribles, lo que al principio era una muerte rápida en batalla se convirtió en horas primero y después días de sufrimiento y agonías extremos. — Eso seguro que no es lo que Ela querría, tengo que cambiar ese destino – pensó una de esas noches de insomnio. Rápidamente bajó al telar y casi le pareció que, al tocarle, algo la abrazaba. Empezó a tejer de forma salvaje, y las imágenes casi salían solas. En ellas solo salía su marido y su hijo que alzaban una bandera en un campo lleno de cuerpos. Parecía una bonita escena, pero al mirarlo con más detenimiento, había un brillo cruel en sus ojos que antes no existía y entre los cuerpos se veía que los enemigos se habían encarnizado demasiado, la sangre cubría de color las flores antaño blancas y le daban a la escena un cierto toque macabro. Pero ella solo veía que sus seres queridos volverían a casa, junto a ella, y eso era lo único que le importaba. Siguió contemplando el telar horas, para ella no parecía pasar el tiempo. Solo veía la belleza de esas flores ahora manchadas con un tono carmesí que cubrían la tierra cuál tapiz, y esos dos hombres con una sonrisa triunfal ….Primero escuchó unas notas de una trompeta, indicando que alguien conocido llegaba al pueblo, pero esas notas se apagaron súbitamente y al cabo de unos minutos, únicamente retumbaban en sus oídos gritos de auxilio. Con ese sonido y una extraña melodía que parecía completar los silencios, sus ojos empezaron a tomar un brillo salvaje — Ahora vengo mi amor a bailar contigo – susurró, y fue a la cocina a coger todo lo necesario para poder cumplir la voluntad de esa susurrante voz.

Un mercader pasó por ese pueblo al cabo de unos días y tuvo que respirar hondo para poder soportar toda la crudeza de la escena

– No han tenido piedad, quién sea que haya realizado esta masacre estará condenado al fuego eterno – musitó y empezó a musitar una leve plegaria a Ela, estaría en todas partes pero, ¿dónde estaba cuando se cometía semejante carnicería? Por un instante pensó en enterrar a todos los muertos, pero eso hubiese sido una empresa titánica para una sola persona, y más siendo él un simple comerciante. 

– El fuego seguro que purifica el pueblo y llevará a estas pobres almas al regazo de Ela – empezó a prepararlo todo para incendiarlo, tirando la brea necesaria en los edificios y usando algún poco de leña del bosque cercano. Cuando lo tenía todo preparado, prendió fuego a la mecha y estaba a punto de lanzarla cuando de repente algo le hizo parar la mano. — ¿Qué hace ese hermoso telar en medio de esta carnicería? – se preguntó casi extrañado de ver alguna belleza en medio de ese campo de batalla. — Sería una lástima que se quemara junto a estos cuerpos.

Al cabo de unas horas, ese mercader empezó a silbar una melodía de camino a su hogar, era algo pegadiza y tenía cierto toque sinuoso, que invitaba a una caricia y que prometía cumplir esos oscuros deseos que poblaban su alma, y en esas cavilaciones no pudo escuchar esa risa cantarina que provenía del fondo de su carro….

Este objeto está poseído por una entidad que sólo busca crear el sufrimiento y el caos allí donde pasa. Va recorriendo Ériandos, pasando de mano en mano y dejando sólo escenas de destrucción allí donde pasa.


ESTE RELATO NOS LLEGA DE LA MANO DE:

GEMMA SÁNCHEZ

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