Los pendientes de la Luz de Ela

Por todos aquellos cuya fe está puesta en la luz sagrada e infinita de Ela es sabido que portar su símbolo te hace sentir más iluminado, guiado por su haz en un mundo oscuro lleno de sufrimiento y dolor.

Sin embargo, es también sabido que aquellos que se consideran más cercanos a la luz y que esgrimen su poder fuera de sus mandatos oscureciendo sus almas, también pervierten sus símbolos, y los conviertes en oscuros reflejos de lo que debían ser.

Es por eso que la Luz de Ela se representa de muchas formas. No puede atarse a un solo símbolo corruptible, por mucho que a algunos les pese.

De esto era muy consciente el señor Marco Sexto Batientes, un señor acaudalado que se las había arreglado para comprar algo de tierra cerca de la Ciudad Capital de Luz y una casa en la ciudad, lo que le daba el título de noble y le aseguraba un asiento en el Consejo Imperial, al cual, dada su cercanía a la ciudad, podía acudir siempre, por lo que su opinión siempre contaba, por encima incluso de la de grandes señores del imperio cuyas tierras estaban demasiado alejadas de la capital como para acudir a cada reunión del consejo.

Marco era el primero de su familia en haber amasado una fortuna suficiente como para haber logrado tal hazaña, y también el primero en haberlo hecho a tiempo que un terreno en luz estaba disponible para su compra, cosa que no pasa tan habitualmente como a algunos les gustaría. No tardó en aprovechar su nueva posición para ir adquiriendo nuevas tierras y acrecentando su fortuna. Como dicen en Luz, sus cabellos crecieron fuertes y sanos.

No tardó mucho en encontrar a quién quisiera compartir su fortuna y tras casarse, tuvieron una hija a la que llamaron Aurelia Prima. La madre de la niña, Camila Octava Cruces, pertenecía a una de las familias más importantes del imperio, aunque su poder se hallaba muy lejos de Luz. Su matrimonio con Marco le brindaba lo único que le faltaba a su familia le faltaba. Un lugar cercano a Luz para poder formar parte real del consejo.

Camila era una mujer inteligente cuya mano en el consejo no se hizo de esperar. Habiendo vivido tantos años alejada de lo que realmente era su derecho, tenía claras muchas de las cosas que quería conseguir, y no esperó a nada ni a nadie para empezar a proponerlas. Cuando las primeras dieron sus frutos, estos fueron tan satisfactorios que el mismísimo emperador empezó a tener sus ideas en mucha consideración.

Si entre Camila y Marco había verdadero amor es algo de lo que la gente corriente y otros nobles hablaban y comentaban, ¿pero, acaso hay amor más verdadero que el de estar dispuesto a darlo todo por la felicidad del otro y la propia? Camila y Marco eran dos personas de fuertes convicciones y de tenacidad inquebrantable. Juntos parecía que nada podía detenerles.

Aure, como sus padres la llamaban, había heredado su confianza y tenacidad, pero sus intereses quedaban muy alejados de los de sus padres, algo que ya de bien pequeña empezó a demostrar. No soportaba los largos sermones de los sacerdotes de Luz, pese a lo insistente que era su padre. A pesar de los esfuerzos por aficionarla a la lectura de su madre, la niña prefería correr, escalar y pelear con otros niños.

Entre el barro, los moratones y las magulladuras casi nunca podían distinguirse su pelo rubio y su piel sonrosada. Una vez llegó a ensuciarse tanto que tuvieron que cortarle el pelo, lo que causó un gran pesar en la familia.

Cuanto más insistían sus padres en algo, más hacía Aure lo diametralmente opuesto. Por eso pasaba más tiempo fuera de los muros de Luz que en el barrio donde se alzaba la imponente casa de los Batientes Cruces.

Como una fuerza de la naturaleza, Aure creció fuerte, sana e indomable como un animal salvaje. Su espíritu le confería una fuerza y una belleza que pocos eran capaces de igualar. Solo tenía que aparecer en un lugar para captar la atención de la gente, y con unas cuantas palabras le bastaba para convencer a cualquiera de cualquier cosa.

Gracias a la perseverancia de sus padres, Aure había aprendido todo lo que habían podido enseñarle, y, aunque con ideas muy distintas a las de ellos, estaban seguros de que algún día formaría parte del Consejo Imperial, tal y como ellos lo eran.

El potencial de Aure era tal, que no solo sus padres lo habían percibido, también otros, algunos estaban encantados viendo lo que una persona así sería capaz de aportar, sin embargo, otros solo pensaban en el poder que podrían perder si a las ya irritantes ideas de Camila y Marco se le unían las de alguien a quién nadie parecía ser capaz de decirle que no.

Desde que cumplió quince años, Aure frecuentaba los salones de tabernas y posadas prestando atención a lo que la gente hablaba en ellas, y, allí donde se le permitía, aportando sus propios pensamientos. Aquellas charlas habían abierto su mente más allá de lo que cualquiera podría haber esperado, y sus opiniones, pese a su juventud, eran escuchadas en prácticamente todos los círculos, desde los más eruditos a los más cotidianos.

Gracias a esos coloquios, la chiquilla había tenido contacto con personas muy sabias, maestras en su campos y conocedoras de muchas cosas. También con gente apasionada, con nuevos puntos de vista que no todos los que vivían a los pies del barrio del Ascenso podían conseguir.

Si bien seguía sin soportar los sermones de los sacerdotes, ni en la iglesia más humilde, ni en la propia catedral, hablar con ellos fuera de tanto formalismo le parecía de lo más enriquecedor. Incluso había llegado a tener una opinión formada sobre Ela y toda la religión centrada en torno a su figura y obra. Como tantas otras cosas, le resultaba apasionante.

Cuando cumplió dieciséis, su padre le regaló unos pendientes de oro con el símbolo de la luz, pero ella no quiso aceptarlos al considerarlos más un símbolo de ostentación que de fe. Fue entonces cuando su madre le encargó unos en acero. Por las condiciones del material, resultaron más grandes y pesados, incluso toscos, pero a Aure le parecieron perfectos. Algo representaba a la perfección lo que para ella era la fe. Algo que a veces costaba mantener, que no era perfecto, pero que, si se cuidaba, se mantenía sólido y firme sin importar el tiempo que pasase.

Aure, que era indudablemente inteligente, sabía que ella sola no podría cambiar el mundo lo suficiente, así que, además de tratar de convencer a cualquiera que le diese la oportunidad, disfrutaba de la vida cuanto podía, a veces, corriendo riesgos que a su madre le parecían innecesarios y que su padre calificaba mucho más despectivamente.

De todos los amantes que tuvo, sus rivales no pudieron encontrar ninguno que dijera ninguna cosa de ella que pudiera ser reprochable. Había compartido intimidad con cada persona que le había parecido lo suficientemente apasionada e interesante, y de todos había escuchado sus ideas y compartido sus pensamientos. Aunque era consciente de que la mayoría no estaba preparada para su forma de ver el mundo, eso nunca la detuvo a la hora de intentar mejorarlo.

Sin embargo, otros si hicieron lo posible por detenerla. Aunque no se salía de la normalidad de la vida de alguien que perteneciera a una familia importante, sí era curioso que ella recibiese incluso más atención de cualquier atacante que sus padres. Sumado a su negativa a dejar de moverse libremente y a que la acompañase una escolta, sus salidas cada vez preocupaban más a sus padres, y no sin razón.

Con veinte años, a una edad ciertamente temprana, Aure habló por primera vez delante del Consejo en pleno, en sesión oficial, para exponer sus ideas con respecto a la propia Ciudad Imperial. Ideas que, como lo hacían las de sus padres, agradaron incluso al emperador. Aquello demostró lo que muchos ya daban por hecho.

Antes de su próxima audiencia, dos días más tarde, encontraron su cuerpo junto con el de otra mujer. Acuchillados y destrozados, sus cuerpos aparecieron en las callejuelas del barrio que se extendía más allá de la puerta oeste, fuera de la segunda muralla de la Ciudad Imperial. Tenían signos de haber sufrido vejaciones y martirios antes de morir, y a Aure le faltaba uno de sus pendientes de acero.

Aquella noche Aure paseaba con Rosa, otra muchacha con quien Aure disfrutaba de su conversación y su visión del mundo. Aunque Rosa no había tenido la suerte de nacer en una familia adinerada, no había dejado de interesarse por el mundo que la rodeaba, y le ofrecía a Aure una perspectiva que ella consideraba muy necesaria.

Salían de la taberna Sol Poniente, abierta hacía poco en el barrio, una de las pocas tabernas extramuros que funcionaban en Luz. Salían de haber estado hablando con viajeros que aprovechaban para no entrar en la ciudad y evitarse los retrasos y horarios del cierre y la apertura de las puertas. Aure trabajaba en una propuesta que permitiera a la gente poder seguir entrando y saliendo de la ciudad durante la noche, sin perder la seguridad de los que vivían entre los muros. Pero esa propuesta nunca vio la luz. Dos encapuchados las esperaban en la salida y se encargaron de acabar con ellas.

Por primera vez, y gracias a la cercanía de la familia con el emperador, se permitió a los jueces de Luz participar activamente en una investigación. Un cambio que sentó las bases para la lucha contra el crimen en luz. Tres jueces llevaron el caso. La juez Silvia, del distrito de la Puerta Oeste, el juez Severo, especializado en juicios de asesinos, y la juez Alejandra, del distrito del Ascenso.

Los tres, trabajando juntos, lograron reconstruir lo sucedido y registrarlo en los documentos oficiales pese a todos los impedimentos que surgieron. Empezando por la complejidad del propio caso y los intentos de quienes lo orquestaron de terminar con la investigación.

Al principio fueron las protestas en contra de la magia usada por los jueces, pero como no consiguieron frenarlos, dado el apoyo que tenían por parte del emperador para resolver el caso, pronto dejaron que todo se enfriase.

Lo siguiente era evidente, destruir cuantas pruebas fueran necesarias. El lugar donde las encontraron no era aquel en el que les habían arrebatado la vida, las habían dejado allí conscientemente. Los jueces pudieron encontrar el lugar donde las mataron, y a quién vivía allí colgado junto con una nota que pretendía hacerle parecer el culpable arrepentido del crimen. Cuando tampoco eso funcionó, aquellos que las habían torturado murieron en un incendio en su propio escondrijo, pero los jueces siguieron buscando.

Gracias a su magia habían podido ver cómo, cuando fueron atacadas, Aure se arrancó uno de los pendientes y lo usó para mantener a raya a su agresor, pero lejos de huir, y aunque le había destrozado la mejilla a ese malnacido, Aure se lanzó a por el que arrastraba a su amiga, incapaz de abandonarla a su suerte. Pese a su lucha, no puedo hacer nada, y ambas fueron arrastradas a lo que se convertiría en su infierno en las próximas horas. Era aterrador ver a los jueces romperse y llorar al ver lo que las chiquillas habían pasado. Con cada avance en la investigación, más tórrida se volvía.

La Ciudad Imperial de Luz quedó cerrada durante tres semanas, hasta que los jueces encontraron al responsable, Luciano Tercio Muro Alumbrado. Un viejo noble que había dejado atrás a su familia para convertirse en sacerdote. Siempre había tenido mucho peso en el consejo, dada su cercanía con la iglesia, pero con la llegada de las revolucionarias ideas de los Batientes Cruces, poco a poco había ido relegándose a una posición común.

Cuando se supo, y pese a que él juró por su sangre que solo había pretendido darle un escarmiento a la chica y que habían sido los matones los culpables de todo lo ocurrido, El que por aquel entonces era el sumo sacerdote de Ela, el Lucem Accipit, Virginio Campano Décimo Iluminado, pidió expresamente al emperador que permitiera a la iglesia castigarlo, pues esos crímenes no habían sido solo contra el imperio, si no contra la propia naturaleza de la luz en la que Lucio había tratado de arroparse para seguir obteniendo beneficio personal.

Sin embargo, el emperador solo se lo concedió en parte. Desterró a Lucio no solo del Consejo Imperial o de la ciudad, si no de cualquier tierra imperial o que colindase con esta, y le despojó de todos sus bienes, los cuales destinó a acelerar las propuestas que Aure había llevado ante el consejo. Una vez dictada y cumplida esta sentencia, el Lucem Accipit podría añadir la pena extra que considerase necesaria.

Cuando salió el navío que lo llevaría a las heladas tierras del sur, donde terminaba el mundo y en verano el día duraba un mes y en invierno la noche hacía lo mismo, el Lucem Accipit partió con él y con una compañía de 20 fieles.

Tan solo 10 regresaron, con orden escrita de nombrar otro Accipit y un mensaje: “El alma de Lucio ha sido desnudada de su cuerpo ante Ela para que pueda juzgarla”. Ninguno de los que regresó volvió a hablar jamás. Algunos dicen que por culpa de los horrores que habían visto, y que por eso mismo el Accipit no había vuelto. Había ensuciado su alma a cambio de poder hacerle a aquel hombre todo el daño que él había causado, y por ello, él y los que se habían quedado a ayudarle, habían decidido expiar sus pecados entregándose a Ela allí, en una gran pira que iluminase la noche eterna.

Hoy, doscientos años después de su primera audiencia ante el Consejo Imperial, aquellos que conocen su historia lloran al ver como el nuevo emperador, San Yago de Cañadulce, manda retirar la estatua que la conmemora y deroga las leyes que se escribieron bajo sus ideales. Muchos han sido los que han tratado de encontrar sus pendientes a lo largo de estos años. Aquel con el que se defendió nunca apareció, y el otro fue donado a la iglesia por sus padres tras su funeral, pero nadie ha vuelto a verlo.

I Crónica de Tinieblas

Pese a que la oscuridad se retira, las secuelas de su paso por el mundo se vuelven más evidentes cada día. La gente, hasta ahora desconocedora de la existencia de esa naturaleza, poco a poco va viendo que hay algo más. Algo que nadie le ha contado, algo de lo que no le habían hablado nunca, y que es real y terrible.
Muchos culpan a los Cartajiod de extender el mal por el mundo, pero algunos han empezado a ver la verdad, a ver lo que la Luz ha ocultado durante tanto tiempo. Las Tinieblas son reales y sus fragmentos caminan por el mundo.

La voluntad del emperador de Luz es inapelable, y su torneo debe celebrarse.
Los rumores de lo que ocurrió la última vez se han extendido como un fuego en un prado seco. El ataque en el campamento que se habían montado para la primera fase del torneo en el territorio imperial de Dutch ha llegado a ambos lados de la muralla y ha debilitado la imagen del imperio. Eso debe solucionarse antes que aboque el norte a una guerra. Este torneo se vuelve cada vez más importante, y esta vez se ha elegido un lugar más alejado de la muralla.

La guardia de cada localidad tiene orden de extender una invitación con el sello imperial a cada persona que quiera viajar hasta el torneo, ya sea para competir, tratar de vender sus mercancías o simplemente disfrutar del espectáculo. Además, se respetarán las cartas de aquellos que acudieron a la primera convocatoria, pero que por los ataques sufridos, no pudieron competir.

La postura oficial del imperio es que todo se debió a la acción de una bruja especialmente poderosa, pero hay cientos de rumores que apuntan a otros enemigos.

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II Acampada rolera

Si has llegado hasta aquí, enhorabuena por que eres uno de los elegidos y significa que formas parte de una grandísima comunidad. Queremos invitarte a la segunda acampada rolera de Crónicas de Ériandos en las que podrás disfrutar de un fin de semana único.

San Yago de Cañadulce, Emperador de Luz, ha ascendido al poder hace casi un año, tras la prematura muerte de toda la familia Imperial de Lanzapálida y varios meses de gestión del Consejo Imperial. Al principio era uno de los candidatos más queridos y aclamados por el pueblo y se encontraba entre uno de los más fervientes seguidores de la Élandir. Sin embargo, no todo el mundo se ha tomado bien sus decisiones.

Ha endurecido las políticas imperiales contra la magia, volviendo a plantar hogueras en las plazas de la capital y quemando a cualquiera del que se sospeche que ha quebrantado las limitaciones impuestas a la magia o que la usa en contra «de los intereses del imperio».

En el imperio, la libre elección es algo muy importante, y ha permitido que la guardia de la capital imperial, la ciudad de Luz, retire su apoyo al emperador y se disuelva, siendo substituida por una milicia de la rama eclesiástica más afín al emperador y conocida por su tendencia a las interpretaciones más extremas de los dogmas de la Élandir.

Estos cambios van exportándose de la capital al resto poco a poco, ya que el imperio es tan enorme que abarca lugares muy lejanos, algunos a muchos meses de viaje de la capital. Para mantener al pueblo de su lado, el emperador a organizado un torneo en su propio honor, para ensalzar su figura y «encontrar a los mejores combatientes del Imperio».

Como es imposible reunir en poco tiempo a todos los posibles candidatos, el emperador ha decidido organizar pequeños torneos locales por todo el imperio, cuyos ganadores irán viajando hacia el interior a la vez que van superando fases del torneo, hasta al final reunir a los mejores en la capital, dando un espectáculo que dure en el tiempo y que esté en todos los lugares, para centrar en ellos la atención de la gente.

León, un mercenario del norte al servicio del emperador, ha viajado hasta uno de los confines más alejados del imperio para organizar una de las primeras fases del torneo, en un punto estratégico cercano a varias poblaciones imperiales, pero lo bastante alejado de todas como para que solo aquellos que deseen participar en las pruebas, aquellos que les acompañen o aquellos cuya curiosidad les haga emprender el viaje acudan.

La guardia de cada localidad tiene orden de extender una invitación con el sello imperial a cada persona que quiera viajar hasta el torneo, ya sea para competir, tratar de vender sus mercancías o simplemente disfrutar del espectáculo.

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Fragmento del Libro Negro

Desde las profundas simas del corazón corrupto, por dónde el alma se desvanece a cada movimiento, llegan los gemidos horrorosos de las bestias que guardan la morada del traicionado. Portan sus cuernos como corona y se queman en el fuego del traidor por siempre condenadas a vivir eternamente así. El traicionado es fuerte y el odio lo quema como el fuego del traidor, y cuando se enfurece su fuerza aumenta y es capaz de mandar a una de esas criaturas al universo. No están vivas, por lo tanto no se pueden matar. No están muertas, por lo tanto tratan de alimentarse. Los hijos del traidor son sus guardianes, y evitan que las bestias se escapen de control. Todos son necesarios para mantener el equilibrio, los hijos del traidor y los del traicionado y si ese equilibrio se rompiese, las bestias quedarían libres y se comerían el mundo.

Adaptación del Libro de las Sombras de los Profetas de Cartaj VV.10230, 10240 Carínode

AJ VALADUMM GRADTORNIG VERGED UGM UMDUL, GRAT AJIEN BONE SO MOVIENT, ARRIG GURRDESMON FER ATT GGARMUNDAL EARENDELES HUMM CARTAJ. TUR MUNSDOMEN   BRUMNEN AR TAJ BLIONDER DURME MARME ETERNO. CARTAJ GUMDERAJ DAR BLIO FUR CAR OR DER TAJ, GLIOMAND DUR DERAJ DEM REPER AND DESTRUCTOR ERN UNIVERNOR VI, CANR MUR. NOR MUR, CAR DERAM.CARTAJIOD EARENDELES, AR KEP GGARMUNDAL MUR UNIVER. ARRGO INMENTEM DER UNIVER, CARTAJIOD AR TAJIOD NOR INMENTEM GGARMUNDAL DRED REVER ERN UNIVER.

Versión original


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Entre las ramas

Entre las ramas a todos observaba, de una a otra siempre saltaba, siguiendo a quien le parecía importante, siempre detrás de la gente. Era muy curioso. Siempre quería saber todo lo que pasaba. Por eso, cada día subía más alto y más alto, haciendo caso omiso de las advertencias de los suyos.

Un día subió tanto, que consiguió ver el cielo y la luz del sol le cegó y tuvo que cubrirse con el brazo para protegerse. Sus ojos, tan hechos a la umbría del bosque, tardaron un poco en acostumbrarse a aquella intensidad cegadora, pero lo hicieron, y allí vio cuan grande era el bosque, y hasta dónde se extendía. Vio un río, y lo siguió con la mirada hasta hallar una magnífica cascada que al estrellarse contra las rocas provocaba que la luz se viese de muchos colores distintos. También vio un valle, lleno de grandes animales pastando plácidamente, y luego miró miro al cielo, y vio como un águila se lanzaba hacía él, como lo encerraba entre sus poderosas garras. Admiró la belleza del gran animal, y sintió lo que era volar, una sensación que nunca antes había sentido, pero entonces el águila llegó a su nido y él sintió miedo, miró al águila a los ojos y ya no sintió nada más, pero antes, lo había sentido todo, incluso lo que era volar, y mientras miraba a la muerte, majestuosa, a la cara, pensó que había merecido la pena.


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De los Cazadores de Monstruos

Abrió la puerta de casa en medio de la noche cerrada. No había luz. No había nada. Llamó a su esposa. Dos días habían pasado desde la boda. Aun no estaba acostumbrado al anillo. El viento cambió y al entrar en la casa y volver a salir sacó con él el olor a pelo mojado por la lluvia, a flores recién cogidas y… sangre.

El Imperio había caído hacía ya algunos años, y sus territorios estaban sumidos en la oscuridad y la guerra, pero lo que le enseñaron jamás se le olvidaría. Subió corriendo las escaleras. Y allí, sobre la cama dónde habían hecho tangible su amor, yacía sin vida. En la ventana un enorme y monstruoso hombre lobo negro, con las zarpas aún manchadas de sangre, lo miró desafiante con esa mirada tan amarilla y penetrante. A la máxima velocidad de reacción que pudo obtener, el hombre le lanzó dos cuchillos de plata que se clavaron uno en el pecho y otro en el brazo del animal, que se los arrancó mientras dejaban una estela humeante. Aulló y se lanzó a través de la ventana.

Con lágrimas en los ojos, se arrodilló junto a su amada, y la abrazó. Le besó la frente y se despidió de ella. Buscó y se equipó con todas sus antiguas armas y artilugios, cogió su viejo y ajado sombrero y se cubrió el rostro con un pañuelo negro. 

Puso un ramo de violetas entre las manos de su mujer, y prendió fuego a su casa, y con ella a la nueva vida que había empezado en aquel lugar. Cazaría a aquel monstruo, a aquella sombra, y empezaría esa misma noche. El primer cazador de Monstruos había renacido.

Dos años más tarde, acorraló a la sombra en un pueblo del sur, y allí, siguiendo su rastro de muerte, le siguió la pista hasta averiguar quién era de día. Una mujer de pelo oscuro y ojos claros que había encontrado trabajo en la posada. No lo pensó dos veces, se aseguró de que era ella, y, a plena luz del día entró en la posada y le arrancó el corazón con un cuchillo de plata. El arma cauterizó la piel, probando que era una bestia. Cumplida su venganza montó a caballo, y se marchó al galope de allí, perseguido por los guardias y marcado de por vida como un asesino, aunque en realidad él era un ángel guardián.


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Voces Gorgotianas

Desde la costa de hielo,

hasta el muro de roca,

se extiende gloriosa,

Gorgótem valiosa.

Ahora vemos nuestra tierra,

asolada por mil males,

y desenfundamos las armas,

para salvar nuestras almas.

Desde la sombra vigilan,

Dos ojos que miedo dan,

Brillantes de oro y violeta,

en Shar-Vane fijos están.

Un día a ella llegaremos,

para salvar a nuestro pueblo,

y su cabeza veremos,

rodar, rodar y rodar.

Sobre Cuerno marcharemos,

para luchar contra el gran mal,

otra bruja y un brujo,

a los que hay que matar.

Cruat y la bruja Sonajero son,

los que del abismo dirigen,

sin miedo ni dolor,

a soldados que no mueren.

Su yugo romperemos,

y a todos libraremos,

ahora y por siempre,

de este negro mal.

Soldados gorgotianos,

listos para marchar,

con un dragón al frente,

marchan a ganar.

Soldados de otro tiempo,

que ya diestros son,

blanden sus espadas al tiempo,

y al ritmo de este son.

A la victoria marchan.

A las brujas destruirán.

Y así los pueblos, libres otra vez serán.


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Tras los hilos Dorados

La aldea de Alba, un pequeño grupo de casas al oeste de Luz, era ahora una prisión para sus habitantes, y estos, condenados a muerte a no ser que tuviesen mucha suerte y pudiesen ser esclavos de por vida. Cruat, un joven y oscuro mago llevaba sus experimentos a cabo con aquellos pobres. Hasta ahora, había conseguido sintetizar una substancia capaz de controlar la mente de cualquiera si se le suministraba la cantidad adecuada, muy poca no le haría completamente esclavo y mucha lo convertiría en un cadáver o un deficiente.

Practicó durante años exterminando a media aldea, hasta que una noche, justo antes de quedarse dormido, una araña le picó entre el índice y el pulgar, haciendo que la solución se estrellara contra su frente al tiempo que su cerebro procesaba el agudo pinchazo de dolor. Lo primero que hizo, fue extraerse el veneno de la araña, y después durmió. Al alba, partió a la capital para exigirle al emperador un inventor para poder llevar su proyecto a cabo. El emperador se lo concedió, y pronto se hallaba con el hombre, explicando su idea y cómo desarrollarla. El inventor le pidió oro y una ampolla de cristal. Llenó la ampolla con la rojiza sustancia que Cruat había creado, y con el oro y algunos engranajes y tornillos construyó una rudimentaria araña que administraría las dosis exactas de sustancia para mantener al portador controlado y para matarlo si este trataba de extraerse la araña.

Cruat probó el nuevo invento y resultó un éxito, hasta que el veneno se acabó y la araña ya no lo seguía suministrando. Volvió a hablar con el inventor y este mejoró la araña para que cuando quedase la cantidad justa de veneno para matar al portador, esta avisase a Cruat, y también instaló un dispositivo que hacía que la araña se soltase si se accionaba un botón oculto entre sus colmillos, con los que administraba la sustancia. Tras el éxito de las pruebas, el inventor mejoró la estética para que quien lo viese pensara que se trataba de un adorno, y fue entonces cuando Cruat presentó su primera araña al emperador. Tras el visto bueno, Más arañas fueron fabricadas, y Cruat fue nombrado mago supremo y caudillo de la brujas.


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Béstials

Los béstials son la especie más heterogénea y común de Ériandos, ya que cubre muchas razas de todo el mundo. Estos seres, de naturaleza salvaje pero aún así con una inteligencia igual a la de los hombres, se han adaptado para vivir en todo Ériandos, cambiando en tamaño, color, marcas…

Estos seres son fuertes y ágiles, resistentes, pese a que suelen vivir menos que los humanos, si bien es cierto que alcanzan la madurez mucho antes, sin duda podrían vivir más si tuvieran unas mejores condiciones de vida.

Al mismo tiempo que los hombres se extendían por toda la tierra que encontraban a su paso, y los elfos fueron tornando los bosques en lugares más herméticos, los béstial tuvieron que enfrentarse a la guerra de ambas razas. Por unos o por otros perdieron sus hogares, tratados por todos más como animales que como personas. Con el tiempo, los humanos vieron en ellos potencial y maleabilidad, y no tardaron en usarlos, igual que a los animales, a mezclarlos y criarlos para adaptarlos a las funciones que querían para ellos. Esto les valió la desconfianza de los elfos, que, aunque no les dieron caza, les obligaron a abandonar los bosques. Desde entonces, los béstial han crecido entre los hombres, y ya solo se les puede encontrar salvajes en la Selva Esmeralda, y en algunos lugares recónditos de los bosques más grandes, donde ni siquiera los elfos pueden controlar toda la vida que mora en ellos.

Sin embargo, la vida en servidumbre ha hecho mella en ellos, humanizando a algunos, y convirtiendo a otros en bestias más terribles de lo que serían en libertad

Carentes de sociedades propias, e incluso tan diferentes para cada raza que sería imposible encontrar puntos en común, los béstial se han adaptado a las sociedades de los hombres en las que viven. Con suerte se convierten en ciudadanos de pleno derecho generalmente destacando como soldados, aunque en los peores casos viven una vida ligada para siempre a un amo. Desde el campo de batalla hasta los lechos de los burdeles, pasando por los mozos de carga y las mascotas. Los béstials viven en su mayoría ajenos de su propio potencial, sintiéndose cómodos con sus amos, mostrando una lealtad sin igual, desconocida incluso por los hombres, que en raras ocasiones son tan fieles a sus iguales como los béstials lo son con ellos.

No suelen inclinarse por la violencia de manera natural, pero la utilizarán sin vacilar si se ven amenazados, y su estilo de vida les ha dotado de armas naturales más que considerables a la hora de poder cazar y defenderse. Sus colmillos y garras pueden resultar una pesadilla al enfrentarse a ellos, y subestimar su inteligencia es arriesgar la vida.

Son capaces de desempeñar cualquier trabajo que pueda llevar a cavo un hombre, pueden aprender a leer y escribir y cualquier cosa que se les enseñe, cosa que los hace aún más atractivos como mano de obra barata. La mayoría, está tan acostumbrada a la esclavitud que lo ven como algo natural, como una etapa más de su vida, una etapa que en algunos casos nunca termina. Aún cuando son libres, tienden a buscar trabajos para otros, prefieren servir que tomar la iniciativa, pues se sienten más cómodos así.

Los béstial son tan diferentes entre sí, que no suelen criar entre ellos si pertenecen a distintas razas, aunque se consideren de la misma especie. Aun así, los cruces entre miembros de la misma raza para lograr individuos con ciertas características es una práctica habitual entre los distintos esclavistas que mercadean con ellos.


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Enanos

“Vaya, vaya, así que necesitas un hacha nueva, ¿eh? Bueno, a cambio de las monedas adecuadas yo podría hacerte una de las de verdad, no como esas pequeñas y delicadas que fabricáis en la superficie. Ya verás, con esta obra de arte no habrá enemigo que se resista, ¡ni tampoco ninguna mujer!”.

Los Enanos son de las razas más resistentes de todo Ériandos y no solo por su portentoso físico, sino también por su inquebrantable testarudez. Se les puede encontrar tanto bajo el hielo de los polos como en las montañas de los desiertos de arena, y en todos los lugares intermedios, incluso bajo las rocas del fondo del mar. Inigualables artesanos de la roca y el metal. Ni siquiera el huesodragón puede resistírseles, si lo cogen lo bastante caliente.

Sus moradas se cuentan entre las más bellas de todas las obras no naturales, pues allá donde viven imitan lo que tienen encima y lo que encuentran debajo, haciendo que sus salones se sostengan en columnas como árboles tan altos, que ninguna obra humana podría igualarlas. En sus techos parece que surquen nubes de piedra tan ligeras que podrían moverse en el cielo de la superficie. Sus paredes corren como el agua y sus más grandes héroes viven para siempre esculpidos en el material que tanto veneran en vida.

Son más bajos que los elfos y los humanos, pero más recios y anchos, lo que les da un aspecto tosco y bruto, aunque no todos lo son. El simple peso que deben mover cada día les ha dotado de una musculatura extraordinaria y pese a lo que se cree comúnmente, su tesón y tenacidad les ha dotado de cuerpos trabajados. Su fama como constructores es tal, que muchos palacios elfos de la era antigua han sido construidos con su ayuda, pese a la actual distanciación de las razas. Sus armaduras y escudos no tienen parangón, y ellos mismos son más duros que algunas rocas, gracias a la dureza y densidad de sus huesos.

Disfrutan con la buena comida y bebida, sobre todo, de la carne asada y la buena cerveza, de la cual son expertos artesanos. Los varones suelen llevar barbas cuidadas y abundantes, y a todos les gusta adornarse con gemas y adornos que ellos mismos fabrican. Las gemas y los metales preciosos les encantan, por eso excavan en las profundidades de la tierra para encontrarlas, y han tenido que aprender a luchar para enfrentarse a los horrores que despiertan en sus incesantes búsquedas.

Sus cabellos gozan de una gran variedad de tonos, desde el blanco hasta el negro pasando por los rubios, castaños y rojizos, y son gruesos y resistentes como ellos mismos. Las mujeres enanas tienen una complexión similar a la de los hombres, pero tienen menos vello facial y un gusto sobre las tallas y las obras más que sobre las forjas y las armas.  

Pese a ser diestros artesanos, los enanos no tienen problemas en desempeñar trabajos de mercader, soldado, escolta… No les importa vivir en la superficie, aunque no es lo más común en ellos, ya que prefieren encontrarse entre paredes de roca, ya que bajo tierra, los enanos viven una vida continua, sin estar atados al sol, trabajan muchas más horas que los hombres, viviendo dos días antes de dormir unas cuantas horas. Además, pueden turnarse y no dejar paradas sus labores, ya que la luz de los túneles son ellos quienes la controlan, con sistemas de fuegos, aceites y gemas.

La tecnología de los enanos es la más avanzada de todas la civilizaciones de Ériandos, y es la que les ha permitido vivir bajo el agua, el hielo y el fuego de los desiertos más inhóspitos del mundo. La fortaleza de su interior, los hace más resistentes a la magia, tanto, que no son capaces de conectar con su energía, pero esa carencia, la han suplido con creces con su inteligencia y sabiduría, creando máquinas y mecanismos que les han permitido superar barreras que a otros ni siquiera se les han planteado todavía.


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Elfos

Estos seres, unidos de por vida a la magia del mundo y antaño respetados por todas las demás razas de Ériandos, se han recluido en la soledad de sus propias comunidades apartándose del resto del mundo y de ellos mismos. No es si no en contados lugares como en la Tríada o algunos asentamientos de los oscuros donde aún algunos conviven con el resto del mundo. Este aislamiento les ha convertido en seres misteriosos, en muchos lugares, enfrentados a otras razas e incluso entre ellos mismos.

Los elfos son los seres pensantes más antiguos de Ériandos, las primeras personas que hollaron la tierra del mundo, y ayudaron a levantar sus bosques y mantener las tierras bañadas en la luz. Antaño sentían aprecio por todas las cosas del mundo, incluidas las demás razas pensantes cuando fueron apareciendo, incluso llegaron a tener estrechos lazos con los hombres. Sin embargo, nada perdura para siempre y la guerra entre los que habían sido como hermanos se desató cruel y sangrienta. Nadie recuerda cómo empezó, pero tras arrasar el floreciente reino humano de Dracan, los elfos se enfrentaron a algo que jamás habían visto, la fuerza unida de todos los hombres. Tras la derrota, se dispersaron por todo el mundo, alejándose todo lo que pudieron de los herederos de Dracan, haciendo suyos los bosques para que aun cuando los hombres legasen a esas nuevas tierras, no pudiesen encontrarlos.

Sin embargo, no todos los elfos se enfrentaron a los hombres, algunos, que habían marchado bajo tierra antes de la guerra para perseguir y aniquilar viejos males hace tiempo olvidados, regresaron al mundo cambiados, y no sabían nada de la guerra con los hombres, y cuando lo supieron, no quisieron tomar partido. Los elfos se separaron para siempre, pues unos decían que los otros habían abandonado la luz, y otros no estaban dispuestos a aceptar órdenes ciegamente. Estos últimos buscaron refugio bajo tierra, pues los boques también estaban cerrados para ellos, y los humanos ya no confiaban en los elfos como habían hecho antaño.

Tanto unos como otros sienten un profundo respeto y amor por la naturaleza, aunque cada uno lo expresa de formas muy distintas, en ambos se refleja en sus ciudades y pueblos, indistinguibles de los entornos naturales que ocupan, sin importar si están en los bosques más altos o en las más profundas cavernas, están siempre decorados con cristalizaciones y agua, y dispuestos de tal manera que la mínima luz sea aumentada más allá de cualquier límite imaginable.

Gracias a sus largas vidas, los elfos atesoran innumerables saberes y los almacenan en gemas para mantenerlos a salvo de miradas indiscretas y que permanezcan solo al alcance de aquellos de su misa raza, aunque también pueden escribir, no lo hacen salvo en contadas ocasiones, como por ejemplo para decorar las entradas de sus moradas, sus ropas e incluso sus armas.

Tras la guerra con los humanos, mucha de esta sabiduría se ha perdido, pero, aun así, los elfos continúan ostentando la corona de la sabiduría, pues ni con esa pérdida ninguna otra raza puede igualar sus conocimientos. Los elfos respetan la pureza y las artes, por lo que aún se dejan impresionar por los grandes artistas de otras razas, si logran igualar sus obras, o por los grandes guerreros, pues la guerra, como todo lo que practican, es para ellos un arte también.

A pesar de todo, aquellos que se han ganado la amistad de un elfo saben que es algo para toda la vida, algo que perdurará más allá de la muerte de uno mismo, y aunque no sea sencillo conseguirlo, es algo de un valor inestimable, pues abre las puertas para conocerlos más allá de su capa de misterio y fantasía.


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Hombres

Los Hombres son la especie más común y a la vez más variada de Ériandos. Pueblan la mayor parte del mundo y dominan a la mayoría de especies con las que conviven. Su naturaleza no es mágica, aunque algunos afortunados (o desafortunados, según se mire) son capaces de dominar el poder de la magia. Son muy tenaces y de fuertes convicciones, cuando se ponen una meta, no suelen rendirse, pero la mayoría son fácilmente corruptibles por el poder o la riqueza, por los que causan infinidad de conflictos con otras razas e incluso entre ellos mismos.

Las sociedades humanas, se rigen por sistemas de clases, más o menos permeables y rígidos. Cuando los hombres conviven con otros seres, muchos crean vínculos que van mucho más allá de un simple dominio. Reservando esa superioridad dominante a las clases más poderosas, la gente común es amigable y muchas veces más abierta que los estratos superiores de la sociedad, que suelen ser más desconfiados y herméticos. No es extraño ver humanos aliándose con especies de lo más variopintas para lograr sus fines, y tampoco es extraño que esas alianzas terminen en amistades u odios, pues son una raza de sentimientos fuertes y cambiantes, un hombre protegerá a alguien con su vida y también dará su vida por acabar con alguien si así lo dicta su corazón.

Pese a que su paso por el mundo es efímero si se compara con el tiempo de los elfos, los hombres tienen un fuerte deseo de ser recordados y perdurar en el mundo a través de sus obras, de su legado. En muchos casos, esta es la fuerza que les empuja a buscar poder, poder para perdurar, para ser recordados e incluso, en los casos más extremos, para lograr la inmortalidad literalmente, siguiendo las más peligrosas sendas de la magia. Esto les impulsa a tratar de cambiar el mundo que les rodea, ya sea para bien o para mal. No es extraño ver estatuas de reyes o campeones pasados en las ciudades humanas, ni monumentos para honrar las obras de algunos de sus congéneres. Este legado puede ser muy variable, desde un rey que desea ampliar su reino, hasta un granjero que desea dejar a sus hijos una buena tierra para que puedan vivir de ella. Dentro de las posibilidades de cada individuo, todos ansían lo mismo, la inmortalidad en la memoria colectiva de sus propios congéneres.

Los humanos no buscan ni abrazan el mal por naturaleza. Su búsqueda más incesante es la de poder, pues el poder es lo que les permite con más facilidad alcanzar sus metas, y esa búsqueda puede abocarles al mal si no van con cuidado, o a sucumbir a voluntades malvadas que muevan sus actos. Como en todo, hay excepciones, y se pueden encontrar humanos malvados de por sí, pero por lo general, suele haber algún motivo tras esa maldad aparente, como también pueden encontrarse humanos poderosos benevolentes, o buenas intenciones tras actos cuestionables.

Los hombres prefieren vivir en compañía, pues son seres sociales que disfrutan de la interacción de unos con otros. A veces no se limitan a la compañía de otros hombres, sino también a la de individuos o colectivos de especies distintas. En algunas ocasiones pueden encontrarse hombres solitarios o ermitaños, pero no es lo común. Los grupos, las familias, los pueblos, las ciudades, los reinos, etc. Los humanos buscan agruparse para ganar fuerza y apoyo y conseguir sus metas con mayor facilidad. Estas agrupaciones son en realidad sus mayores logros y fortalezas, pues gracias a esto es como han sido capaces de llegar a donde están ahora, repartidos por todo el mundo y prosperando incluso por encima de razas mágicas y más poderosas.

El rasgo más destacable de la especie es su capacidad para adaptarse a cualquier entorno y situación, es esto lo que les ha permitido dominar todo Ériandos. Este rasgo les ha empujado a construir ciudades, fortalezas, monumentos que abarcan todas las formas imaginables. También es por esto por lo que podemos encontrar muchas variedades de hombres a lo largo y ancho del mundo.


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